Ayer fui a cenar a un restaurante en Barcelona. Eramos cinco. En el momento de pagar, hicimos cuentas y acabamos redondeando al alza para facilitar los cambios. La conclusión es que acabamos dejando tres euros de propina (Quinientas de las antiguas pesetas). En aquel momento nos miramos los cinco preguntándonos si no era demasiado. Por supuesto que era demasiado. Ya no por el valor de los 3 euros, sino por el hecho de que todos nos estábamos preguntando por dentro: ¿por qué tenemos que dejar propina a un servicio que no ha hecho nada especial más allá de ponernos los platos en la mesa? Yo estoy totalmente en contra de esas propinas. No sé tu caso, pero yo llevo varios años trabajando y nunca me han dado propinas por muy bien que haya hecho el trabajo; es mi trabajo hacerlo bien. Tampoco las he esperado ni las esperaré.
Entiendo y animo a dejar una propina a aquél camarero que es simpático, amable, que intenta que tu cena en ese restaurante sea algo más que comer y alimentarse, que convierta tu cena en un evento agradable. Pero ¿por qué dejar propina por defecto, simplemente "porque si"? Muchas veces, dejamos propina por inercia, independientemente del trato que hayamos recibido, siempre y cuando haya sido al menos correcto. Me parece mal y además no incita al trabajo bien hecho. Si los camareros supìeran que pueden ganar un sobresueldo a base de propinas por dar un valor añadido a su trabajo de servir en las mesas, el resultado sería mucho mejor. Puesto que estamos en la dinámica de dejar propina siempre, la calidad del servicio recibido cada vez es peor. Por ello, tan solo quiero llevarte a la reflexión e invitarte a que, de ahora en adelante, SOLO dejes propina cuando estés realmente contento con el servicio, y NUNCA cuando tan solo seas servido.
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